La Fábula del
Tigre y el Picaflor
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Hace muchas estaciones un árbol creció en medio de un campo de flores. Las flores estaban cargadas con un extraño néctar que sólo unas pocas abejas anaranjadas y aún menos aves de largo pico podían alcanzar.
Un día, un picaflor proveniente de otra pradera llegó piando y gorjeando al árbol rodeado por esas deliciosas ricas fuentes de néctar. Cantaba y batía sus alas con rapidez y elegancia.
"Que día más encantador" cantó el avecilla y silbando repitió "que día más encantador."
Un tigre estaba recostado en la sombra del árbol. Cansado y débil exclamó "Habla más silenciosamente, querido picaflor. ¿No puedes ver acaso que estoy descansado mi agotada cabeza bajo el fresco sol de la mañana?"
Sobresaltado y con los ojos muy abiertos por efecto del dulce néctar, el picaflor se volvió. "Oh mi querido tigre, si te hubiera visto antes no habría interrumpido tu muy merecido descanso" respondió volando hacia el rostro del tigre justo mientras éste bostezaba. "Pero, si puede saberse, ¿qué trae a tan maravillosa criatura a tan espléndido lugar en un día tan encantador?
Lamiendo sus dientes y sintiendo algo de carne de la caza de la noche anterior, el tigre sonrió y apoyo su cabeza en sus patas. "Lo mismo que mueve a todas las criaturas sensibles de este mundo, mi querido picaflor, la necesidad de alimento y de vivir nuestros placeres. Seguramente tú estás aquí más por el néctar del campo que por su belleza."
"Es cierto, he venido por mi deseo de mojar mi pico en la suculenta dulzura divina de esta pradera. Y el hecho de que se encuentre en un lugar tan maravilloso es un lujo extra que no dejaré de reconocer" dijo el picaflor batiendo sus alas mientras miraba histérico a su alrededor en busca de otros tigres en la sombra.
"Viajo solo, si es lo que te preguntas" respondió el tigre a la pregunta no formulada.
"Así veo" respondió el picaflor. "Simplemente estoy tratando de responderme lo que pareces no querer compartir".
"Somos persistentes ¿eh? Dijo el tigre mientras se sacaba un trozo de hueso de entre los dientes y lo chupaba, para luego lamer su pata en busca de los últimos rastros de sabor de su cacería previa.
"Supongo que sí" replicó el picaflor. "Aunque mi duda, sin embargo, tiene más que ver con tu estado actual que con lo que has hecho antes. ¿Qué hace un tigre en este lugar, tan lejos de su hogar, solo y tan miserable?"
El tigre se volvió ante ese comentario. "Solo, sí. Pero ¿quién dice que soy miserable? Estoy muy satisfecho con todo en mi vida. Me despierto cuando quiero, como lo que quiero y cuando quiero, digo lo que quiero y no respondo ante nadie más que el sol y la lluvia. ¿Qué de todo esto me hace parece miserable? Soy el amo de esta tierra."
"¿El amo de la tierra y sin trono? Comenzó a decir el picaflor. "Despiertas más de una hora después del amanecer y quejándote de mi alegría matinal Comes pedazos de la carne de anoche y no respondes ante la naturaleza pero estás subyugado a ella. ¿No encuentras que nada en tu vida te satisface?"
Las palabras cayeron en oídos sordos y el tigre cerró sus ojos. "Adiós, alimaña de las flores. Tú no sabes nada de la vida de los reyes."
"Pero si yo soy un rey" replicó el picaflor. "Rey de las estaciones y del mundo alrededor. Yo no domino a la naturaleza, la naturaleza me domina a mí. La existencia de estas flores depende de mi existencia y así nuestra simbiosis convierte esto en mi hogar, a donde pertenezco, un lugar donde uno no puede existir sin el otro, donde cada uno es parte de los mismo."
Abriendo los ojos con sus orejas erguidas, el tigre alzó una ceja. "Pero cuando la tierra muera a tu alrededor mi querido picaflor, tú dejarás de existir."
"Por esa razón soy rey" continuó el picaflor, "porque el mundo en el que vivo es mi deber. Y por consiguiente lo cuido, lo quiero y lo alimento ya que su existencia es tan esencial como la mía propia."
El tigre se enojó. Todo lo que quería era seguir durmiendo, quizás hasta el atardecer, pero los constantes acertijos indeseados del picaflor lo fastidiaban.
"Déjame ser, picaflor."
"Lo haré. Pero debes saber que tu dominio sobre tu medio ambiente no te hace un amo, sino un sirviente. Es mi relación con el ambiente lo que me convierte en rey, ya que un rey es tanto sirviente y gobernante del mundo que crea. Son uno y lo mismo."
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